domingo, 3 de agosto de 2008

La banca refugio


Todas las mañanas, sin importar la estación en la que nos encontremos, ellos están en el parque. Dos inseparables compañeros cuyos nombres no tienen relevancia, podrían ser Diversión y Despreocupación, Soledad y Angustia, o quizás Rosemundo y Arcadio. Desde la noche anterior están instalados en su cómoda banca, a veces desde hace dos noche. Todo depende de si las botellas están llenas, o si el muchacho de la bicicleta pasó por allí.

Siempre escogen la misma banca, pues se encuentra directamente iluminada por un farol de luz naranja y se al lado del tacho de basura, lo que les facilita un escondite rápido para lo que estén consumiendo. Ellos gustan de largas charlas, de discusiones acaloradas que llegan a gritos. A veces discuten de sus decepciones, a veces solo de quien debe pararse a comprar la siguiente botella ron o pisco o cualquier cosa que contenga algo de alcohol o también de quien debe pagarla.

Dependiendo de su estado de humor la vida tiene diferentes sentidos. A veces se basa en el simple disfrute con los amigos, pues ellos nunca te abandonan. Brindemos por nuestra amistad, por la muchacha de la esquina, por que se nos acabaron los motivos. Otras veces la vida no sirve para nada, solo causa problemas, y pensar en ellos atrae nuevos. Al trabajo se debe renunciar, pues este trae aun mas problemas en los que se debe pensar, lo que, como antes mencionamos, atrae mas y se vuelve una cadena viciosa interminable , mejor que otra personas trabaje por ellos . Muchas veces cuando discuten sobre los problemas y le trabajo, se encunetran con el dilema del dinero, el que ocaciona problemas pues se debe trabajar para obtenerlo, pero a su vez paga el alcohol que hace que te olvides de ellos. Mejor que nos den el dinero del alcohol con lo que podemos dedicarnos solo a las largas charlas nocturnas del parque... y a las mujeres... no mejor a ellas no... son casi como el dinero. Les gusta charlar hasta que las palabras que dicen pierden sentido, hasta que el alcohol borra el último pensamiento de su mente. Hasta que llega el muchacho de la bicicleta y los bota, como si ellos no fueran personas y un parque no fuera un lugar público.

La confiable banca refugio esta ahí siempre, no debes ponerte ningún traje para usarla, no importa que el olor de tus medias cubiertas por tus zapatos llegue a tu nariz, no importa que tu cuerpo no hay tocado el agua en días y la mejor parte es puedes llegar con la actitud que desees. Solo cuídate del muchacho de la bicicleta que suele llegar al rededor de las siete.


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